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sábado, 20 de marzo de 2010

Una gran riqueza

¡Ciudadanos libres, una gran riqueza!

Juan A. Durán Sánchez. 20 de marzo de 2010.

Ser ciudadanos de un pueblo, nos hace libres; pasamos de ser villanos a ser hombres de acción y trabajo. Los “Ciudadanos” dicen las leyes del rey Alfonso el Sabio, a quienes el monarca debe “amar y honrar… porque ellos son como tesoros y raíz de los reinos. Un proverbio de la edad media dice que “el aire de la ciudad nos hace libres”. La ciudad es la manifestación de libertad, una forma de escapar de la servidumbre del sistema feudal.

Ahora vivimos en el siglo XXI, donde la globalización se ha aprovechado de la crisis del capitalismo; en su nombre se empobrece a los países explotados y se tiene al gran culpable que es el pueblo trabajador; ahora se le mide con el rasero del empresario y del estado, donde lo exigible es la productividad. Se dice que el empleo existe solo para aquellos que están capacitados, para los que se muestran disciplinados y están dispuestos a aceptar sin protestar todo lo que provenga de la mano del dador. La mente libre es innecesaria, los revoltosos y luchadores sociales son obsoletos pues atentan contra las buenas costumbres e incluso amenazan con destruir las cosas como están.

Ahora los partidos políticos –izquierda, centro y derecha-, son los únicos que tienen el poder para negociar en manos de quien estará el nuevo poder político; con una sola condición: jamás atreverse a atentar contra el poder económico, representado por comerciantes, industriales y banqueros; fuera de eso pueden hacer lo que quieran: combatir la delincuencia, ser cómplices de pederastas, aumentar impuestos, modificar leyes, aparentar dar servicio medico y educativo al pueblo, libertad de culto y reprimir los movimientos sociales y sindicales. Los aliados serán las televisoras, publicaciones y todo aquel que quiera vivir de la miseria del pueblo. Se esta en la umbrelas del nuevo orden económico y se a pasado de ser libres en la ciudad a ser esclavos del nuevo feudalismo llamado ahora imperialismo.

A finales de la edad media, llegar a la ciudad era sinónimo de libertad, donde se podía ser ciudadano por participar con su fuerza de trabajo: intelectual o física; la clase social burguesa procuraba la llegada de hombres del campo, así contaba con mano de obra y sus negocios crecían, era el tiempo en que cuidar a los ciudadanos significaba gran riqueza. Con la llegada de la revolución industrial, el incipiente burgués, encontró un aliado para explotar el trabajo de los ciudadanos, que pronto se llamarían obreros; explotar a los hombres era bueno ya entonces, pero como faltaban más trabajadores, se hizo necesario explotar el trabajo de las mujeres y los niños; el método para lograrlo fue bajar los salarios, de tal forma que ahora tenia que trabajar más de uno para poder alimentarse. Los trabajadores que habían abandonado el campo, donde el señor feudal los explotaba bajo el cobijo del monarca, ahora tenían a un nuevo explotador llamado burgués, bajo el cuidado del nuevo estado democrático; que se había formado con gente del mismo pueblo, pero ahora con la encomienda de proteger a los nuevos amos.

El obrero que tiene como único sustento su fuerza de trabajo se convierte en una mercancía que se puede comprar o vender a gusto de quienes poseen la riqueza: el estado y la burguesía. Ser ciudadano de un pueblo, sigue siendo una gran riqueza en beneficio del poder económico; donde todos hacemos la gran tarea de trabajar para el gran capital y quien se desalinee, tiene dos alternativas: morir de hambre o morir con sus ideales. Hoy la situación muestra el futuro de las ciudades, donde existe tanta mano de obra y tan bajos salarios que ahora e debe bendecir a quienes explotan, roban y maltratan; se debe a que son los que gobierna a través de cómplices que nacidos del mismo pueblo se postran de rodillas para hacer las buenas obras.

Ahora ya no hay ni izquierda, derecha o centro, solo existe el poder y los trabajadores, donde unos y otros deben cumplir bien su trabajo o uno de los dos tienden a desaparecer. Los intelectuales siguen clamando las verdades que les permite el renacimiento; caen en el vacio porque los oídos y razones se han bloqueado por la esperanza de un nuevo reino perteneciente a otros mundos; aquí solo es sufrimiento y aceptación de condiciones; el lugar para lo intelectual y razonamiento ha quedado rebasado; quien anhele el poder lo puede alcanzar porque ahora todo es posible mientras se adore el becerro de oro que tanto milagro ha hecho a los pueblos obedientes.

Las tristezas de los acontecimientos son cantadas por los poetas en harapos del mundo indígena derrotado una vez más:

¿A dónde iremos ahora, amigos míos?

El humo se levanta, la niebla se extiende.

Llorad mis amigos.

Las aguas están rojas.

Llorad, oh, llorad, pues hemos perdido la nación Azteca.

El tiempo del quinto sol se ha terminado. Lo que el burgués había admirado ahora lo destruye, ¿Quién le dará de comer después?, si todo ya lo ha destruido. Solo sus palacios siguen de pie, las ruinas del basto reino se sepulta dentro del sepulcro.

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